Liubliana

Iglesia Franciscana de la Anunciación

"Una capital tranquila, amable y bien cuidada"

Antes de comenzar nuestro periplo por esta encantadora ciudad os comento algunas cositas sobre ella.
Aunque no lo parezca, ya que Liubliana tiene más similitud con las ciudades centroeuropeas que con las mediterráneas, fue fundada según la leyenda por Jasón y los argonautas durante su huída del rey Aitea, a quien habían robado el famoso Vellocino de Oro.
Jasón se encontró aquí con un terrible dragón al que dio muerte, convirtiendo a este mítico animal en el símbolo de la ciudad.

Eslovenia perteneció a la antigua Yugoslavia, de la que se separó en 1991. Durante la guerra casi no sufrieron ataques armados lo que les ha permitido mantener un entorno natural y monumental maravillosos. En 2004 se incorporó a la Unión Europea.

Liubliana es una capital joven que se va transformando poco a poco en un destino muy popular entre los europeos. Dicen que recuerda a Praga, pero que también tiene mezcla de otras magníficas ciudades como Viena o Salzburgo.

Nuestra historia en Liubliana:

Nuestro viaje por tierras eslovenas no empezó bien, ya que nada más entrar al país casi nos ponen una multa por exceso de velocidad. Tuvimos que convencer al poli más alto que he visto jamás con nuestro patético nivel de inglés y poner nuestra mejor carita al más puro estilo gato de Shrek para que nos la perdonara. Al final lo hizo y continuamos el viaje más tranquilitos, pero no desconectéis con el tema multas que al final no tuvimos tanta suerte.

Llegamos a Liubliana sin más altercados. Nuestro albergue estaba en pleno casco viejo con lo que no fue difícil encontrar la zona, pero sí un aparcamiento porque gran parte del centro es peatonal, el resto línea azul y además estaba lleno. Al final dejamos el coche en un lugar más que sospechoso (ahora sí que nos jugábamos la multa).
Dejamos las maletas para ver primero exáctamente donde estaba nuestro alojamiento, luego volver a por ellas y de paso buscar otro sitio para ubicar el auto.
Fuimos por una calle bastante solitaria donde la única luz que se atisbaba era la de un sitio de comida rápida. Más adelante nos encontramos con una chica de rasgos orientales y un chico de Florencia. Les preguntamos si sabían donde estaba el albergue, y aunque iban en dirección contraria nos acompañaron hasta la misma puerta (y que conste que no estaba tan cerca, qué majetes).
Entramos, rellenamos la ficha, nos dieron las llaves... y volvimos al coche parando antes a cenar en el sitio ese de los kebabs, perritos, hamburguesas y otras delicias culinarias del fast food que habíamos visto anteriormente.
Cogimos de nuevo el coche y buscamos por las cercanías otro sitio para dejarlo. Había varios coches subidos en la acera; Vimos a un hombre que se dirigía al suyo y le preguntamos que si lo podíamos dejar ahí. El hombre nos dijo que sí, así que ahí lo dejamos aunque no estábamos muy seguros de que el lugar fuera bueno.

Volvimos al albergue, nos acicalamos un poco y salimos a conocer la Liubliana nocturna; La noche era estupenda, con una agradable temperatura y un buen ambiente, además era sábado con lo que la cosa prometía. Los bares y restaurantes que había a ambas orillas del río estaban atestados pero no había mucho ruido. Esta fue una de las cosas que nos sorprendieron de los eslovenos, no había gritos ni voces malsonantes, todo se simplificaba en un murmullo unísono constante que no molestaba.
Nos acercamos hasta la Plaza Presernov donde había mucha gente disfrutando de un espectáculo de música clásica y ballet.
Esta plaza es el corazón del casco antiguo; En ella se ubica la Iglesia Franciscana de la Anunciación, que veremos más adelante, y la estatua del poeta esloveno France Preseren.
Desde el otro lado del río existen tres puentes para acceder a ella, siendo uno de ellos el popular Puente Triple.

Caminamos un poco y nos sentamos en la terraza del Bar Fetiche a tomar una cerveza del país y charlar un rato. Debatimos sobre lo que íbamos a hacer esa noche ya que era la primera y estábamos cansados del viaje, pero por otro lado era sábado y el domingo la cosa no iba a estar igual. Decidimos que sí, que saldríamos a ver que se cocía en la noche Liublianesa.
Volvimos al albergue (bueno antes cayeron un par de cervezas más) para coger algo de manga larga porque refrescaba un poco. Allí hablamos con la chica de recepción para que nos aconsejase una buena discoteca.
Nos dijo algunas dependiendo de nuestros gustos pero por cercanía decidimos ir a la Top y qué acierto. Al garito se subía en ascensor (7€ entrada sin copa), buen ambiente, buena música, buenas vistas desde la terraza y sobre todo, porque no decirlo, chicas muy guapas. (Pero altas eso sí, para mi que soy de la media española de Alfredo Landa me quedaban muy arriba). Lo pasamos muy bien y volvimos al albergue al amanecer.

Dormimos poco pero nos levantamos con ganas de descubrir más sobre esa ciudad que por la noche nos había encantado.
El sol brillaba y daba ese toque cálido y agradable perfecto para el paseo. Por la ribera del río había multitud de puestecillos que vendían de todo, pero nuestro primer objetivo era desayunar, así que fuimos a tiro hecho al Mcdonalds que ya sabíamos donde estaba.
Con las pilas semicargadas nos dirigimos a la Plaza Presernov que estaba muy cerca. Allí nos hicimos unas fotillos con una maqueta metálica de la ciudad y visitamos la Iglesia Franciscana de la Anunciación que llama la atención por su tono rosado.
En su interior destaca el altar en forma de urna de cristal del arquitecto Francesco Robba.
Atravesamos el Puente Triple y continuamos junto al río; Pasamos al  lado del antiguo Mercado Central, obra del famoso arquitecto Plecnik, y por allí, en un puesto, nos bebimos un buen zumo de naranja natural.
Muy cerca se asienta la Catedral de San Nicolás, donde nos quedamos un rato a escuchar a una chica tocar el violín.
Esta iglesia es de origen románico, en su exterior se pueden observar algunas lápidas funerarias romanas y medievales y sus imponentes puertas de bronce.

Nuestro siguiente paso era subir al castillo; Atravesamos la Plaza Vodnikov, en la que hay un mercado y en la que ese día había una congregación de bomberos mostrando a niños y adultos sus labores mediante juegos y simulaciones.
El coche no estaba lejos así que antes de todo fuimos a echarle un vistazo a ver si tenía alguna rica receta. Era Domingo y estaba limpio con lo que nos fuimos más tranquilos a continuar la visita.
Para subir al castillo tenemos tres formas; En un tren que parte de la Plaza Presernov, la más turística, caminando, la más cansada pero la más bonita y en funicular, la más rápida. Esta última fue la que elegimos nosotros. El funicular (3€ i/v) parte de la Plaza Krekov en la que hay un aparcamiento y un teatro.
La fortaleza fue levantada durante el s.IX pero fue mejorada y aumentada en siglos posteriores.
Se encuentra rodeada de vegetación y las panorámicas que hay de la ciudad son excelentes. Actualmente el castillo se utiliza para fines culturales, eventos e incluso bodas, de hecho, el día que fuimos había una degustación gratuita de productos de la zona así como música y bailes regionales. En una de las torres también pudimos ver una exposición de fotografía.

El sol ya pegaba con fuerza así que decidimos sentarnos un rato junto a las murallas a descansar antes de seguir pateando.
Ahora el objetivo era volver a la parte baja y perdernos un poco por el casco viejo. La primera parte de la misión se completó con éxito, vamos que bajamos, lo de perdernos fue más complejo porque la parte antigua no es muy extensa.
Llegamos a la bonita Plaza Municipal (muy cerca de la Catedral de San Nicolás) en la que se ubica el Ayuntamiento de la ciudad. El edificio actual se construyó en el s.XVIII sobre uno anterior del s.XV. Destaca el campanario con coloridos relojes en cada una de sus caras.
En la misma plaza se halla la Fuente de Robba, similar a la que se puede ver en la Piazza Navona de Roma.
Bellas casas barrocas de suaves colores completan el conjunto.

Esta zona es peatonal y da gusto pasear por ella. Nos entró un poco de hambre y decidimos parar en un restaurante griego de comida rápida. No es que me guste criticar pero sinceramente ha sido la peor pita que he comido en mi vida (Los tres que íbamos opinamos los mismo).
Seguimos hacia delante hasta la Iglesia de San James, allí decidimos cruzar el río y explorar la otra parte de la ciudad.
Antes de cruzar el puente nos volvimos a encontrar con la chica de rasgos orientales y el chico de Florencia que nos habían ayudado el día anterior a encontrar el albergue. Esta vez al grupo se había unido la hija de ella (no sé si de él también, no supimos si eran pareja, amigos, arrejuntaos...). Hablamos un rato de como iba nuestro día y continuamos la ruta.
Torcimos por la calle Krizevniska soteska; Entre ésta y la calle Vegova (y sus aledañas) hay numerosos edificios interesantes como el Teatro de Verano Krizanke, el Museo de la Ciudad, la Biblioteca Nacional o la Academia Eslovena de Artes y Ciencias.
Desembocamos en Plaza del Congreso, que junto con el Parque Estrella, forman otro de los conjuntos más interesantes de la ciudad.
A ello también ayudan varios edificios que los rodean como la Filarmónica de Eslovenia, la Universidad de Liubliana y la Iglesia de la Santísima Trinidad.
Por detrás de la Iglesia se alcanza la Plaza de la República y el Centro Cultural y de Congresos, Cankarjev dom.
Se nota que ya hemos salido del casco viejo y los edificios son más altos y modernos, de todas formas, es probable que durante tu recorrido por esta parte de la ciudad te topes con algunos de los restos de muralla romana que hay esparcidos por ahí.
Seguimos caminando hacia el Parque Tivoli, queríamos llegar y tirarnos un poco a la bartola. Pasamos junto al Museo Nacional y el Museo de Historia Natural, el Teatro Nacional de Ópera y Ballet, la Galería Nacional y el Museo de Arte Moderno. Todos ellos se encuentran muy cerca unos de otros.
Pero justo a la entrada del Parque cambiamos radicalmente los planes y decidimos ir al Lago Bled (a una hora aprox). La explicación es que habíamos visto fotos del lugar y parecía precioso. Al día siguiente íbamos hacia Zagreb y no pillaba de camino si no en sentido contrario, y no queríamos irnos de Eslovenia sin ver algo más.
Así que marchamos hacia el coche dando un pequeño rodeo para atravesar el Puente del Dragón, todo un símbolo de la ciudad. 
Nos montamos en el auto y nos fuimos al lago; Pero esa ya es otra historia.
A la vuelta, ya de noche, fuimos de nuevo a la ribera del río y nos sentamos en la terraza del Bar Randevu a tomar unos cócteles y despedirnos de la ciudad.

Os dejo otros lugares de Liubliana por los que nosotros no pasamos:
El Parque Tivoli es una gran zona verde con amplias praderas mezcladas con viejos árboles. Es perfecto para pasear, hacer deporte o pasar el día a tu rollo.
Antes de reconvertirse en parque a finales del s.XX hubo aquí una zona de control alemán de la Segunda Guerra Mundial.
En él podemos visitar también el Museo de Historia Contemporánea y el Centro Internacional de Arte Gráfico.

Otro bonito espacio verde es el Jardín Botánico, en el que se cultivan unas 5.000 especies de plantas diferentes.

Otros museos que hay repartidos por la ciudad son el Museo Etnográfico Esloveno, el Museo de Arquitectura y la Casa de los Experimentos, esta última muy cerca del Puente del Dragón.

Por cierto!, a la mañana siguiente cuando llegamos al coche para irnos a Zagreb nos habían puesto una multa, el día anterior era Domingo y por eso nos libramos pero ya el Lunes... nada, 90€ muy ricos, os dije que al final no tendríamos tanta suerte, claro que también la habíamos tentado mucho.

Reportaje de Noviembre de 2009